Una duda se instaló en mi cuarto.
Ya la había visto cuando intentó subir al modular sin conseguirlo. Finalmente se trepó por el cable del equipo de música y se sentó sobre un parlante.
Como pancho por su casa se puso a leer un libro; terminó y se me quedó mirando fijo (con cara de duda, claro).
La duda no era grande, pero si era pesada y hasta molesta; jamás cambiaba el rictus y eso me ponía nerviosa.
Le contaba chistes y nada; le leía un poema y nada; le hacía cosquillas y ni una mueca.
Personaje extraño la duda, nunca dormía; estaba ahí, inmóvil como estatua; sólo giraba la cabecita para perseguirme con su mirada dubitativa en busca de respuestas, pero yo no tenía ninguna y no se me ocurría qué decirle.
Unos días después y con ojeras hasta el piso (porque el insomnio vino a compartir el rancho con la duda), le propuse un pacto: ella me decía el por qué de su visita y yo le aclaraba los tantos.
Pero la duda no sólo no me respondió, sino que además, llenó de dudas mi cama y mi placard.
tambien hay una en casa, no se si sera la misma. cuando me doy cuenta que esta, miro para otro lado y trato de ignorarla. ella sonrie y se queda quietita, sabe que la vi y con eso le alcanza.
ResponderBorrarte tocó una buena por lo menos.
ResponderBorraryo todavía estoy sacandolas de mis sabanas.
gracias por comentar!